LA PRIMERA FIESTA PATRONAL DE BERNUY
En Bernuy, era domingo el día 7 de octubre de 1951 y no fue un día cualquiera para los vecinos de esta población de reciente creación. Algo especial estaba sucediendo en Bernuy donde los vecinos mostraban una alegría inusitada porque al fin iba a tener su deseada fiesta patronal como tienen todos pueblos. Eligieron este día que según el santoral está dedicado a la Virgen del Rosario, Ella es su patrona y nada mejor que iniciarlo con una misa concelebrada donde participó el obispo de la diócesis, después hubo una procesión seguida por los vecinos y numerosos visitantes.
Grandes y chicos con sus mejores galas para la ocasión, acompañaron con respeto y devoción a su Virgen en el paseo procesional recorriendo las recién estrenadas calles de Bernuy. Después vendría la parte profana como en todas las fiestas con variados actos de diversión propias de esos días.
Aparte hubo un grupo de personas que se reunieron en la plaza para celebrar una comida de fraternidad por haber finalizado los trabajos efectuados en la construcción del pueblo. Casi todos eran empleados del Instituto Nacional de Colonización, que se ocupó de la obra de urbanización y viviendas del pueblo desde el inicio, así como el parcelamiento de las huertas y la zona de secano en el llamado quinto de Bernuy.
La fotografía que expongo es una joya de aquellas fechas, tenía una igual, pero la perdí y Fernando Pérez Muñoz me dio la sorpresa regalándome una copia, agradecido. Esta cuadrilla, que veis, disfrutó de un buen arroz con conejo que cocinó María, la de tío Amador, junto con el gran maestro de ceremonia Antonio Pérez, tío Pérez para muchos. Voy a decir quien es cada uno, pero hay dos que no conozco, debían ser empleados del Instituto Nacional de Colonización. Si alguien los identifica, agradecería que lo dijera. Comenzando por la Izquierda tenemos a Juan Antonio, hijo del tío Eusebio guarda mayor de Hornaguera Alta; todo un mito con sus inseparables gafas del sol, le recuerdo en su moto con su chaqueta de cuero al más puro estilo de los Live Hard Ride por la mítica Ruta 66 americana. Me dicen que su moto aún está en Bernuy. El que está a continuación no le conozco. Ahí se ve una cabecita con boina, ¿sabéis quién es? Le identifico con “Cagueto”, ¡¡se nos volvió a colar !!, buen recuerdo de él, de su barca y la caza. A su izquierda el inconfundible tío “Sorda”, Ramón del Mazo, ofreciendo la sartén, aún quedaba un poco. Tenía un gran caballo percherón que era alto y enorme, grande como el caballo de Troya. Luego está un Guardia Civil, Mariano de nombre, también con sus inseparables gafas de sol. Nunca le vi los ojos. Este hombre era un poco “cariñoso” pues el que caía por el cuartel si había hecho alguna fechoría, le dejaba unas cuantas “caricias” bien marcadas. Después está Lázaro, mi padre, y el niño que tiene en brazos soy yo. Tuve la suerte de vivir aquellos momentos y a pesar de mis 5 años recién cumplidos me acuerdo de esa comida. Ahí está María, la gran cocinera de aquel día; según decían los comensales era el arroz más rico que habían comido en su vida. Ese día María se llevó todos los honores. Al lado de mi padre está Damián Sánchez-Cabezudo, conducía un Land-Rover al servicio del Instituto, siempre con su eterna sonrisa. Detrás apoyado en la columna, creo reconocer a Esteban Fernández, el “Churrero” hijo del tío “Estebita”. El que está bebiendo en un vaso no le conozco. Medio agachado con una servilleta al hombro y su cigarrillo en la boca, el tío Pérez, el maestro encargado de las obras que se realizaron en el poblado de Bernuy, campechano, amigo de todo el mundo, trabajador, gentil, dinámico… lo decían quienes trabajaron con él. Fue el que organizó esa excelente comida, que como veis a todos se nos ve satisfechos y contentos. Sigo con el Cabo Alejandro, era el comandante de puesto de la Guardia Civil en Malpica. Era de Tolosa y decían de él que era justo y buena persona. Después está el tío Landelino. Tenía una borriquilla que la vendió por pequeña porque cuando se montaba en ella, el tío Landelino arrastraba los pies por el suelo. La borrica era muy letrada, más que los cañones de una escopeta; cuando la enseñabas un periódico corría que se las pelaba. Esta borriquilla se la compró mi tío Alejandro, el “Águila”, y mis primos, mi hermano y yo la conocíamos bien. Termino con Primo el marido de la Jere. De él poco os puedo contar por conocerlo solo de vista.
Esta ha sido la crónica de la primera fiesta patronal de Bernuy y de una comida a la que asistí, que cuento 69 años después recordando a todos los asistentes que poco a poco se fueron yendo a la otra vida. El único que queda con vida soy yo y para mí ha sido un verdadero placer de haberos hecho partícipes de esta pequeña historia.
EHdelaR 06 Nov. 2020