LA CENCERRADA

LA CENCERRÁ.  MALPICA   

   La Cencerrá o Cencerrada es una costumbre muy antigua que, en muchos pueblos de España, Europa e incluso en América, la practicaban. Se daba la Cencerrada a los recién casados cuando celebraban una boda donde los protagonistas contraían segundas nupcias, siendo viudo, bien ella o él o los dos contrayentes. Muchos pueblos tenían su propia costumbre de este evento cuya iniciativa la tomaban los mozos del municipio acompañados por los vecinos que armados de cencerros, cubos viejos, cacerolas, todos los medios eran buenos siempre que al golpearlos provocaran mucho ruido.

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   En Toledo y su provincia también había celebraciones de este tipo y nos remontamos al último cuarto del siglo XVIII cuando el Cardenal Lorenzana fue nombrado arzobispo. Fue un ilustrado y puntilloso vigilante del dogma y la doctrina partidario de reprimir junto a la Corte borbónica ciertas costumbres superficiales y absurdas según ellos. Llevado de su positivismo para hacer frente a la decadencia que invadía el Siglo de Oro, no entendió la fuerza de las costumbres toledanas en ocasiones irracional, pero que eran válvulas de escape de un pueblo que siempre estaba sumido en continuas crisis económicas y carentes de identidad social. Lorenzana continuó la línea de los que le precedieron empeñado en la limpieza de costumbres religiosas con tantas adherencias supersticiosas o folclóricas que enmascaraban las prácticas piadosas. La fuerza de la actuación popular fue clave en parar a la potente Iglesia de aquellos tiempos. No era de extrañar la fuerza popular por mantener el sentido de lo profano cuya tradición enlazaba con sus orígenes, con muchas fiestas paganas que fueron cristianizadas. En Malpica tenemos un ejemplo del poder popular que hace poco se comentó; fue el caso de un sacerdote que quiso, pero no pudo hacer desaparecer a los Morraches. (Final de la década de los 40, siglo XX)

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   El Diccionario de la Real Academia define la Cencerrá o Cencerrada como, “un ruido desapacible que se hace con cencerros, cuernos, y otras cosas para burlarse de los viudos la primera noche de sus nuevas bodas”. Los orígenes están por determinar y tienen por objeto llamar la atención sobre un hecho en el que los protagonistas son una pareja que han contraído matrimonio en una celebración discreta en razón de su edad o estado.

   Una vez escrito sobre la historia de dar la Cencerrada, es lógico que relate algo sobre cierta boda, ocurrida en Malpica, de un viudo y una mujer soltera mucho más joven. Ocurrió cierto año del siglo XX, aún se estilaban estas cosas y era la costumbre que por ser algo excepcional se miraba con cierto morbo a medida que se acercaba la supuesta fecha. Por ciertos gestos de la pareja, de sus familiares más allegados o sus vecinos se notaba el nerviosismo típico en estos casos, el ambiente popular se enrarecía por los dimes y diretes, el morbo que sentía  la población pues  era como “estar en ascuas “. Ocurrió así:

Uno de los monaguillos, llamado Juli el “Sorda” al pasar por la peluquería de los Molinas, le preguntaron:

.-  ¿Dónde vas, Juli ?

.-  Julio -- A la  iglesia que me ha llamado el cura.

.-  Pues entérate de si hoy hay boda, que estamos esperando que se celebre un día de estos, vuelves y nos lo cuentas.

   En la peluquería había más gente que también estaban deseosos de saber lo mismo. El acontecimiento por las expectativas que había levantado no era para menos pues se trataba de una boda muy especial. Juli, el monaguillo corrió hacia la iglesia, y nada más llegar el párroco D. Alberto dice a los dos, Luis “Chiclana” monaguillo jefe y a Julio, <<Id preparando las cosas que vamos a celebrar una boda>>. Juli al entrar en la Iglesia vio que había otra pareja, los padrinos, Bernardina y Catalino, estaban  muy serios, era un acto sacramental que requería rigurosidad y había que guardar cierta compostura dentro del templo; el rito al que asistirían como testigos requería que estuviesen tranquilos a pesar de la transcendencia de la situación. Cuando el cura D. Alberto dijo lo de preparar las cosas, Julio sin que nadie lo notara se dio media vuelta y saliendo de la iglesia a la carrera se dirigió al bar de Basilio, tío “Risita”, situado en la esquina de la plaza del Ayuntamiento y dio la voz de alarma; << ¡¡ que hay boda, que hay boda!!>> y de allí saltó la noticia a la peluquería por donde antes había pasado. Rápido volvió a la Iglesia y se puso, disimulando al lado de Luis el otro monaguillo, cuando en ese momento sale D. Alberto de la sacristía y vio que la iglesia estaba abarrotada de gente muy alborotada y animada. Ya empezaba el acoso a la pareja con palabras, chistes y chascarrillos de acuerdo a su condición, había tal escándalo que el cura tuvo que poner orden. Este entendió que alguien lo había dicho y dirigiéndose a Luis le dio tal bofetón que resonó por toda la iglesia llena de gente, creyendo que había sido  el delator. Pienso que los santos se tuvieron que remover de sus peanas por el ruido del tortazo. Luis no sabía por qué vino lo del bofetón, aún le escuece según me ha confesado; le cogió de sorpresa  mientras Julio se regodeaba al salir bien librado. Una vez acabada la ceremonia después de tantas veces interrumpida por el escándalo, la comitiva tomó camino de la casa del viejo y flamante novio que de "bracete" iba con la joven novia a sus aposentos. Los dos tan felices entre tanto barullo, ¡qué escandalera, qué barbaridades tenían que soportar! La gente no paraba con la matraca, palabras subidas de tono e intenciones, gritos, ruido de cacerolas y tapaderas, botes, latas de todo tipo. Gritaban << Que salga la novia, que salga el novio que os queremos ver >> y algunas cosas más que supongo imagináis. << Queremos la ronda>>, << danos la ronda, si no, no nos vamos>> y cosas así. Mucho ruido de latas y algún cencerro sobre todo muchas voces. Fue tal el tono de la Cencerrada que la Guardia Civil tuvo que intervenir para calmar los ánimos. Alguien que pasaba por allí sin saber de qué iba todo eso también se llevó su ración de las “caricias” que regalaba la Guardia Civil en esa ocasión. Se iba la Guardia Civil del lugar y la gente otra vez volvía producir el ruido matraquero. Nuestro  vecino Felipe Robles relata algo que le contó su madre sobre el ruido que provocaron con un bidón,la ocurrencia de un vecino, participante en la "ceremonia " , el cual llevaba rodando un bidón enorme, de los de antes, por la calle Marqués de Povar, a la sazón empedrada, por lo que el estruendo era ensordecedor.Costumbres bárbaras de aquellos tiempos.Y, para finalizar, un claro ejemplo de aquella costumbre,la tenemos en la deliciosa novela de Blasco Ibáñez " LA CENCERRADA" que, aunque de corte festivo, terminó en verdadera tragedia.

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     Esto siguió hasta altas horas de la noche y poco a poco se fue disipando y definitivamente dejaron a los contrayentes que disfrutaran de su nuevo estado. Esta era otra forma de dar la Cencerrá o Cencerrada.

   Es el relato de la boda de un viudo y una mujer soltera que ocurrió hace muchos años en Malpica y que gracias a un monaguillo el pueblo pudo participar. Era un producto más de las costumbres arcaicas de la Hispania que con el paso del tiempo cayó en el olvido de la España moderna. Solo me queda un pesar, que fue una costumbre más que se perdió, en esta ocasión la Iglesia ganó la batalla.

EHdelaR  01 abril 2021

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Localización

Los Morraches de San Sebastián: Fiesta de Interés Turístico Regional

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